“El mundo nos rompe a todos, y después muchos se vuelven más fuertes en los lugares rotos.”
Así empieza "Laderas de Miel" un documental dirigido por Iván Martín Rodríguez y que recibió el apoyo de la Asociación Hestia y de CaixaProInfancia. Pude ver el documental en el I Congreso de Infancia, progreso y éxito educativo que se celebró en diciembre en el Caixa Forum de Madrid. El documental tiene como objetivo sensibilizar a la sociedad y contribuir a cambiar la percepción del estereotipo de niños y niñas de familias multiproblemáticas y que viven situaciones difíciles.
El film tiene como hilo conductor el barro y cómo un taller de cerámica se convierte en una metáfora de que toda persona tiene la capacidad de moldear su vida, de ser lo que él desee y sueñe, de cómo el esfuerzo y especialmente la confianza en nosotros mismos puede obrar milagros y transformarnos en algo totalmente distinto.
Durante el congreso tuve el placer y el honor de hablar con Iván Martín y José Montesdeoca sobre el documental. Me conmovió tanto porque me pude ver reflejado en esos niños y recordé cómo de perdido estaba yo a su edad, lo difícil que fue el colegio para alguien que no cumplía las expectativas del sistema educativo de los 80 y cómo arrastré ese fracaso durante dos décadas. Es muy fácil etiquetar a las personas y especialmente a los niños y niñas que tienen dificultades escolares, pero siempre hay una historia detrás de ellos, siempre hay un motivo por el que dejan de estudiar o pierden el interés y la etiqueta se transforma en un cartel luminoso si además le añadimos una procedencia de un barrio "conflictivo". La de niños que se han perdido porque les abandonamos a su suerte, miramos hacia otro lado... siempre es más fácil mirar hacia otro lado, ocultar una realidad que no nos gusta y seguir con lo nuestro. "Laderas de miel" nos recuerda que esos niños existen, que tienen sueños por los que quieren luchar y dejar atrás una mochila llena de dolor, de pérdidas y de fracasos que nunca fueron suyos. Es la historia de unos niños que pueden seguir adelante, de unos padres que viven contra las cuerdas de una vida que los noquea constantemente porque ellos también fueron como sus hijos y nadie los ayudó o les mostró un camino que les llevara a buen puerto.
He tardado veinte años en empezar a darme cuenta de que no soy ese niño tonto o revoltoso que suspendía todas las asignaturas menos educación física, he vivido demasiados fracasos hasta encontrar mi éxito que sigo forjando diariamente, con mi esfuerzo y el apoyo de mi mujer, mi hija y de los que me quieren. Pero sigue quedando ese miedo, eso nunca lo perderé. No se pueden borrar las marcas de tantos años escuchando lo mismo de los profesores... palabras procedentes de unas personas que deberían haber sido motivadoras, se transformaron en descorazonadoras y casi hundieron el barco. Pero seguí adelante, me dí cuenta que tenía la capacidad para seguir con mi aprendizaje e inicié mi propia "Odisea del conocimiento", fui jardinero, vigilante, escolta, operario de fábrica, operario de panificadora, peón de demoliciones, comercial de telefonía, comercial de electrodomésticos... fui muchas cosas y tuve que aprender que sabía cómo hacerlo. Recordad que para una persona tonta no es nada fácil aceptar que es inteligente. Y esos niños, lo que viven en el documental, me recuerdan todo el camino realizado y la suerte que tienen de haber encontrado una guía y unos amigos que les muestren un camino entre la indiferencia de la sociedad que busca ocultar su realidad y su existencia.
Espero que ese grupo de niñas y niños sigan aprendiendo, que sus padres los apoyen y encuentren la forma de hacerlo y no es necesario el dinero, lo realmente importante es que crean que sus hijos pueden hacerlo y llenarlos de confianza con la que derribarán todos los muros que se interpongan en su camino.
Deseo con todas mis fuerzas que este documental llegue al máximo de gente posible, que los profesores de todos los colegios lleguen a entender que ese niño que se distrae y juega en mitad de la clase, lo hace porque quizás en casa no puede hacerlo o porque sufre tanto que prefiere distraerse imaginando mil aventuras o dibujando en la esquina de su cuaderno. Quizás tiene talento para ello y se aburre en la clase de música o puede que le encante la historia de la música pero no tocar la flauta. Ojalá "Laderas de miel" permita abrirle los ojos a la gente que desconfía de esos niños que viven en las laderas de las ciudades, en los barrios más desfavorecidos y que deseamos ocultar porque nos asusta llegar a descubrir que se pierden mil tesoros en ellos escondidos.
Yo seguiré luchando por alcanzar mis sueños, como los chicos de "Laderas de miel". Si tenéis la oportunidad de verla, no la desperdiciéis.