Primer episodio de "Una Noche en París"
Está es la primera vez que escribo algo tan largo y no es fácil. Como ya dije, no soy escritor y tampoco tengo intención. Hay decenas de personas infinitamente más cualificadas que yo en este campo.
No se donde me llevará esta aventura, escribo más por afición y por el reto de saber si puedo hacerlo. Soy consciente de mis limitaciones, la falta de cohesión del texto, así como la presencia de errores ortográficos, etc.
Los textos los cuelgo sin corregir, soy sincero en esto, no tengo tiempo para corregir la gramática, la forma, etc. Y tampoco espero ver publicado lo que escribo, dios proteja a los ojos de aquellos que tienen el valor de leer el texto, independientemente de si les gusta o no, tengo la desgracia de no ver mis errores y por lo tanto no puedo corregirlos.
Dicho esto, pido disculpas por cualquier daño mental o perdida de cordura que pueda causar.
Gracias por vuestro tiempo y comprensión.
PRIMER EPISODIO
El camión se movía a gran velocidad
por una carretera de tierra olvidada de la mano de dios, rodeados de la más
absoluta nada, se dirigían a una instalación de investigación de la
Confederación Soviética.
La información facilitada por el Cliente, indicaba que la instalación se
encontraba escondida a pocos kilómetros de Kazajstán, en la Provincia de Orenburg,
cerca de la localidad llamada Kumansay.
El contrato se realizó de la forma habitual, un intermediario les
localizó, presentó la oferta con una cantidad inmoral de ceros y aceptaron. En
la profesión de mercenario, uno nunca pregunta quién paga, sólo cuanto paga y
este trabajo les podría jubilar a los tres, aunque no trabajaban sólo por el
dinero. Realmente no sabían hacer nada más, eran expertos en operaciones
especiales, matar, destruir y substraer cosas de lugares inaccesibles para
gente menos preparada. Pero los tres juntos eran los mejores en su trabajo y
tenían las llaves de cualquier sitio, incluso las del mismo infierno.
Los tres formaron parte de un equipo de operaciones especiales de la Federación
Rusa, pero cuando una misión termino mal y sólo sobrevivieron ellos tres,
decidieron que era el momento de trabajar para el sector privado y aprovecharon
su condición de MIA (Missing in Action TA: Desaparecido en Combate) para
desertar y adoptar nuevas identidades.
- ¡Yuri! Despierta de una vez, casi hemos llegado.
Quién le gritaba a pleno pulmón era Boris, el experto en explosivos. Esta
era una costumbre que nunca perdía, gritarle a la oreja para despertarlo.
Aunque en esta ocasión el grito estaba plenamente justificado, el tiempo era
muy malo, la nieve cubría hasta donde alcanzaba la vista, exceptuando la carretera
por la que habían llegado.
Cuando salto del coche un fuerte viento empezó a soplar, removiendo el
manto blanco que los rodeaba y creando una impenetrable cortina de copos blancos
revoloteando por todas partes.
Esto nos dificultará el trabajo pensó Yuri, mientras comprobaba su equipo
y la acreditación que lo identificaba como un científico especializado en
virología. Miro por última vez la tarjeta, en ella se podía leer el nombre de Alexey Dimitrov y estaba acompañada
de un bonito marcador de Nivel 10 que indicaba acceso a las zonas de máxima
seguridad.
Se sacudió la nieve que ya se acumulaba en su ropa y ando los escasos
diez metros que habían desde el camión hasta la entrada del edificio. La
tormenta de nieve dificultaba mucho la visión, hasta tal punto que apenas podían
ver hasta una decena de pasos. No es que le importara mucho, antes de iniciar
la misión memorizo las fotos vía satélite que habían obtenido del cliente y
sinceramente sabía que no se perdía mucho. La base estaba oculta bajo tierra, a
una profundidad de 20 metros y en el exterior sólo existía un único edificio de
hormigón, insuficiente para delatar que debajo del suelo existía una instalación
secreta.
Cuando su equipo cruzó la puerta de acceso ya los estaban esperando un
equipo de la seguridad corporativa de Oskborn Korpras’on, una poderosa agrupación
de empresas al servicio del Kremlin y especializada en armamento. Sus lazos
políticos y económicos con el gobierno soviético eran sobradamente conocidos,
pero no todo el mundo sabía que la corporación Oskborn trabajaba con armas de
destrucción masiva que violaban todos los acuerdos armamentísticos firmados en
la Convención de Ginebra del año 1972. De todas formas, el gobierno soviet
nunca fue dado a cumplir con los tratados internacionales y menos aún su líder
actual. Pero este no era el momento de divagaciones políticas o juzgar al líder
supremo sobre los motivos que tenía para desobedecer a la comunidad
internacional.
Había llegado el momento de saber si las identificaciones y sus
identidades falsas pasaban el corte de seguridad.
Sus dos compañeros lo miraban fijamente, esperando una orden suya en caso
de que no pudieran superar el control de acceso, pero no hizo falta. Las
tarjetas funcionaron perfectamente y los científicos: Alexey Dimitrov, Nikolay
Pavlov y Dimitry Levedév cruzaron los aros de detector de metales y superaron
el chequeo de los guardias. Ninguno de los guardias quiso abrir las maletas con
el símbolo de contenido vírico que transportaban y el equipo de rayos-x tampoco
desveló nada.
Si hubieran sido más metódicos seguramente habrían descubierto en cada
uno de los maletines los compartimientos falsos en los que se escondían los explosivos
y las armas. La Diosa Fortuna les brindó con su gracia y dentro de poco los
infortunados científicos descubrirían que ese no era su día. Era el momento de
iniciar la fase dos. El falso científico, que respondía al nombre de Nikolay,
empezó su actuación dirigiéndose a uno de los guardias.
- ¿Perdón? ¿Dónde puedo encontrar un
baño? El viaje hasta aquí es muy incomodo y no me encuentro bien, seria una
lástima marearme mientras manipulo materias peligrosas.
- Por supuesto, Señor Pavlov. Si es
tan amable de seguir a uno de los guardias, este le indicará donde se
encuentran los servicios. Mientras tanto seria un honor para mi equipo y para
mi poder hablar los camaradas Alexey Dimitrov y Dimitry Levedév sobre los
avances que hemos realizado con el virus XP-474. Si son tan amables de
seguirme, les mostraré las instalaciones. Pero que maleducado, con todo el
ajetreo y el trabajo olvide presentarme. Les pido disculpas por mi falta de
cortesía. Soy el jefe de investigación Yuri Chekov y también directos de región
de la Kosborn Korporas’on. - Acompañaba estas palabras con un gesto de su mano
que indicaba amablemente que le siguiéramos.
Delante, una puerta con un cartel en
ruso que indicaba:
<<Personal autorizado: Requerimiento de
Seguridad Nivel 2>>.
Todavía quedaba mucho para alcanzar
el Nivel 10 de la instalación, pero eso le permitiría analizar las amenazas de
seguridad. Cuando hicieran su verdadero trabajo todas las alarmas saltarían y
siempre hay que estar preparado para afrontar cualquier contingencia. Como todo
buen operativo, era un experto en el código de símbolos militar que permitía
comunicarse con otro compañero sin usar la comunicación verbal, unos cuantos
gestos fueron suficientes para indicar a su compañero que analizara las medidas
de seguridad mientras él vigilaba a su guía particular.
Disimuladamente, empezó su valoración
del individuo, ya que sin duda seria uno de los primeros en oponer resistencia
al ser el más próximo a la situación una vez esta se produjera. Era un hombre
entre cincuenta y sesenta años con el pelo blanco, el cual le rodeaba la cabeza
como si fuera una corona, aunque estaba totalmente desprovisto de este en su
centro. También lucía un imponente bigote con la misma ausencia de color que el
pelo de su cabeza y para terminar de redondear su aspecto, en su rostro iban
saltando rítmicamente unas gafas de pasta negra con un cristal tan grueso que
parecían la base de un baso. En pocas palabras no era una amenaza para ellos,
en cualquier caso seria malgastar una bala, seguramente podría eliminar su
oposición con un puñetazo y asunto resuelto.
Finalmente llegan al final del
pasillo, por las reacciones de los otros científicos cuando pasaba por su lado,
estaba claro que era el investigador en jefe de la instalación. Su aspecto era
algo desaliñado, su bata había perdido hace mucho tiempo el blanco
característico de alguien que vive en un laboratorio y las numerosas manchas de
tinta, comida y café le daban un aspecto casi cómico, además reunía todos los
síntomas visibles de una mala nutrición y falta de sueño, seguramente motivadas
por largas horas de trabajo. Durante el trayecto a los laboratorios, les
exponía sus teorías sobre cosas que para ellos eran incomprensibles.
- Les ruego me disculpen, seguramente
están igual de agotados que su compañero y con mi cháchara no soy de gran
ayuda.
Los pasillos se sucedían uno tras
otro, de vez en cuando alguna planta o un cuadro rompían el aspecto espartano
de toda la instalación. Estaba claro que en ese lugar solo se podía trabajar y
trabajar, cualquier otra actividad era una distracción del objetivo principal.
Finalmente alcanzaron la zona de
ascensores que permitían descender los 9 niveles que formaban la instalación.
Su destino se encontraba en el último de ellos, detrás de una puerta de máxima
seguridad y custodiado por dos guardias de seguridad.
Mientras tanto, en otro lugar.
- Por supuesto, Señor Pavlov. Si es
tan amable de seguir a uno de los guardias, este le indicará donde se
encuentran los servicios.
No tuvo reparos en seguir al joven
que se levantó de una mesa cercana y lo miró con cierta desgana, seguramente
estaba haciendo alguna cosa que para él era importante y le molestaba la
interrupción. Dentro de poco no debería preocuparse mucho por el trabajo.
Miro al jefe de equipo y le confirmo
que estaba preparado, un simple gesto fue suficiente y contemplo como se
dirigían hacia la puerta de seguridad que daba acceso al Nivel 2.
- Señor Nikolay, sígame, le mostrare
donde se encuentran los servicios. No quedan muy lejos. – Acompañaba sus
palabras con un gesto amable que claramente le indicaba que lo siguiera.
Le gustaba el nombre de Nikolay,
tenía esa fuerza y sonoridad que sólo el ruso otorga a los nombres. Si de
pequeño hubiera podido elegir un nombre seria el de Nikolay, por eso cuando se
repartieron los nombres lo eligió. No era bueno ocultando la verdad, su
especialidad era muy distinta, pero se sentía cómodo con ese nombre. Esa
sensación siempre facilitaba el trabajo, además de prevenir errores de
principiantes al ser preguntado por el nombre y responder con el verdadero.
El servicio no estaba muy lejos de la
zona de oficinas y cumplía la norma no escrita de que todo baño se encontraba
al fondo a la derecha de cualquier estancia.
Al llegar se generó ese típico
momento incomodo, en que el anfitrión abre la puerta y pregunta:
- Si necesita ayuda estaré esperando
aquí fuera. Muchos de nosotros también somos licenciados en medicina y
seguramente no será ningún problema tratar sus náuseas.
- No te preocupes, sólo necesito ir
al baño y en unos minutos estaré bien, gracias por su ofrecimiento.
El sonido de la puerta al cerrarse
fue un alivió, un poco de intimidad era lo que necesitaba para montar su equipo,
pero primero debía comprobar que no hubieran cámaras de seguridad en el baño.
La información de inteligencia aseguraba
que los baños tenían una seguridad mínima, pero no podía fiarse. Demasiadas
operaciones fracasaban porque los informes de la división de inteligencia
militar eran en pocas palabras, una mierda, y en esta ocasión la fuente era
privada y para él era suficiente para desconfiar y realizar un chequeo del
lugar.
Tardo unos segundos en limpiar el
aseo, no podía soportar a la gente que dejaba el fregadero y sus inmediaciones
llenas de agua, luego fue una tarea fácil que podía hacer con los ojos
cerrados.
- Vamos a ver si la información era
correcta. – el aparato emitió un pequeño zumbido, era como un pequeño
transistor de color negro, con una pequeña antena acoplada, un botón de on/off
y una luz que parpadeaba con intensidad variable. El aparato tenía como
objetivo detectar micros ocultos y cualquier aparato que emitiera cualquier
tipo de onda. – Bingo! Así que en los baños no había vigilancia. Malditos
bastardos corporativos, desconfiados hijos de…
Desde el exterior del pasillo se alzó
la voz de su guía.
- Señor Pavlov ¿Se encuentra bien?
Puedo ir a buscarle alguna pastilla para el mareo si lo desea.
El operativo resoplo levemente y
controlo sus nervios, estaba tentado de pedirle que entrara y poder eliminarlo
rápidamente, pero debía ejecutar el plan correctamente o la vida de sus
compañeros correrían peligro, así como la suya.
- Estoy bien, no se preocupe, solo
tengo algo de indisposición. Parece que no debería haber desayunado – con un movimiento
muy rápido cambio la cámara de seguridad por una pequeña pantalla que emitía
una imagen en bucle y lanzó el aparato al baño, mientras emitía unos gruñidos.
– Ahora si me disculpa estoy en mitad de mis necesidades. ¡Le ruego que me deje
en paz! – Esperaba que con ese toque de atención el chico entendiera que no
deseaba ser molestado y confiaba en su tapadera para que su posición de
científico reconocido le otorgara la autoridad suficiente para enviar al joven
al mismísimo infierno.
- Le pido disculpas Señor Pavlov.
Volveré en unos minutos. – El joven se alejo renegando en voz baja por el tono
de voz en que fue despedido, por el supuesto Señor Pavlov. Si supiera, que el
verdadero Pavlov estaba descansando dos metros bajo tierra y con una buena capa
de cal, seguramente no pensaría lo mismo de la situación en que se encontraba.
Finalmente, ya con la estancia segura
y sin vigilancia exterior, pudo encender su portátil de última generación y
conectarlo a la red telefónica del edificio para controlar todo el sistema. Era
una suerte que toda la instalación tuviera tantas conexiones telefónicas,
estaba claro que esta gente trabajaba incluso en el baño.
Ejecuto la orden y activo el virus
que reiniciaría toda la instalación, desactivando todos los protocolos de
seguridad. En menos de treinta minutos empezaría el baile.
Más de veinte minutos para llegar al destino
y la interminable cháchara del jefe de investigación habían terminado con la
paciencia de los dos intrusos. Pero allí estaban, delante de la última puerta
que daba acceso a las muestras víricas de Nivel 10.
Sus perfiles falsos les convertían en
reputados científicos y expertos en virología y otras disciplines que apenas
podían pronunciar, pero el verdadero motivo de interpretar esos papeles era que
esas tres personas tenían acceso a la estancia donde se encontraba el virus que
deseaba su patrocinador y había llegado el momento de cogerlo.
- Y esto, señores míos, es la cámara
de máxima seguridad. La llamamos “Pandora” – una sonrisa asoma en su rostro, como
si hubiera dicho algo realmente gracioso. Pero cambia rápidamente a un rostro
de preocupación. – Ustedes no son científicos. ¿Quiénes son? ¿Qué diablos
quieren de…? – sus ojos se abren al máximo y la preocupación se transforma en
miedo en un instante. – ¡Por todo lo que es sagrado en este mundo! No pueden
entrar en esa cámara, no lo permitiré. Las muestras que están almacenadas en
ese lugar podrían acabar con toda vida humana en la tierra. Son destructoras de
mundos, no son resfriados simples... No dejaré que lo hagan.
Los guardias de seguridad privada
eran rápidos, pero no lo suficiente para dos expertos comandos, no tuvieron
ninguna oportunidad. El primero cayó al recibir un impacto directo en la pierna
de apoyo que le rompió la tibia y el puñetazo directo al rostro lo dejo
inconciente. El segundo rehuyó el ataque y fue corriendo a la alarma de
incendios, pero fue abatido por una serie de disparos en la espalda.
- No dudo de que hará todo lo que
este en su mano para evitarlo, Señor Chekov, pero ya es demasiado tarde. – El falso
Alexey Dimitrov desenroscaba el silenciador humeante de una pistola.
Yuri Chekov, no dejaba de preguntarse
como demonios habían conseguido burlar todos los puestos de seguridad, incluso
desangrándose en el suelo, les suplicaba que no lo hicieran. En su último
aliento de vida, pudo ver como todos los sistemas se desconectaban y la luz se
fue en toda la instalación. En pocos segundos se reinició el sistema y todas
las puertas se desbloquearon, abriéndose como medida de seguridad por si
alguien había quedado encerrado, incluso la puerta que daba acceso a “Pandora”.
Su última visión, fue ver como entraban en la cámara, se ponían los Trajes NBQ
(Nota autor: Acrónimo para Nuclear, Biológico y Químico) y robaban el peor de
los virus que había creado el hombre, el XP-474. Después de eso la oscuridad finalmente lo
inundo todo.
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