domingo, 5 de octubre de 2014

PROLOGO - UNA NOCHE EN PARÍS

PROLOGO

El hombre conocido como “El Vigilante” no podía hacer nada, solo contemplar como la instalación “secreta” rusa era asaltada por un grupo de encapuchados.
La imagen en el monitor empezó a fluctuar y volverse cada vez más borrosa debido a la nieve electrónica. ¡Maldita sea! - Su grito resonó en las solitarias paredes de su guarida. - El maldito satélite se esta alejando de la zona. No puedo perder de vista a esos bastardos sin descubrir antes quienes son.  

Sus manos se situaron cada una encima de un teclado, sus dedos se movían a una velocidad increíble, como si cada uno tuviera vida propia y una visión clara de que debía hacer. El Vigilante empezó a desplegar su arte, no el arte de un pintor o un escultor que crea una obra de la fría tela o de la inerte roca, él era un hacker, no era más que eso, era él hacker y podía moldear la red y crear un arte efímero y que nadie más podía ver.

Sus ojos iban de un monitor a otro, sus manos tecleaba ordenes indescriptibles para alguien que no fuera “élite” de la informática. Todo iba extremadamente rápido en el ciberespacio, los comandos ya estaban reconfigurando las órbitas de varios satélites metrólogicos y las imágenes de la instalación empezaban a aparecer en la docena de monitores desplegados en la fría pared de hormigón.

Era frustrante ser el Vigilante y no poder hacer nada, ver todo y no poder intervenir… odiaba esa parte de su tarea. Desde su guarida podía ver cualquier lugar del mundo, pero no tenia capacidad para interactuar directamente con el entorno. Podía controlar semáforos, cámaras de vigilancia, teléfonos, ordenadores y cualquier aparato electrónico que estuviera conectado a la Red Internacional. Pero si el asunto requería estar físicamente en el lugar, la cosa se complicaba, por no decir que era imposible. Está era una de esas ocasiones en que era imposible hacer nada, así que simplemente espero delante del monitor que ocurriera el desenlace y activo el programa de grabación y análisis de datos para reunir toda la información posible.
Durante la próxima hora, seis satélites sobrevolarían la zona y serían sus ojos, capturando y grabando imágenes en alta definición para ser analizadas posteriormente.

Quince minutos después del asalto un grupo de cuatro personas abandonaron el edificio. Gracias a las cámaras de alta definición del satélite pudo obtener varias capturas y comprobar que dos  personas llevaban una gran caja metálica, inmediatamente cargan la mercancía en el camión que los había traído y huyen por la carretera.
La matrícula del transporte era de un vehículo robado, un callejón sin salida. La única posibilidad era seguir el vehículo mediante el satélite y con suerte encontraría una pista más fiable al final del camino. Apenas tardo treinta segundos en reconfigurar uno de sus ojos en el cielo y modificar de nuevo el rumbo para poder obtener imágenes en vídeo de la huida del vehículo.

No podía perder tiempo, debía empezar a reunir un equipo de profesionales para recuperar el contenido de la maleta, antes de que llegara a su destino.
Desde el confinamiento de su silla de ruedas, se maldijo por no regresar al campo de juego y ser un simple espectador… pero rápidamente desecho esa idea, ya no era un jugador, ahora era el entrenador y debía elegir los mejores jugadores para ganar ese partido. Y sabía que hombres y mujeres eran necesarios para recuperar la maleta.
Pero serían capaces de trabajar entre ellos, cuatro perfectos desconocidos, tres hombres y una mujer que poco o nada tenían en común, excepto las habilidades necesarias para que la misión fuera un éxito.

Disipo sus dudas, un entrenador no pierde la fe en sus jugadores y precisamente a estos los seguía desde hace tiempo:
Una pareja de operativos americanos esperando ser activados por su gobierno en caso de una grave amenaza para la seguridad nacional. Él un experto en el combate cuerpo a cuerpo y armamento pesado, ella una científica especializada en virus y con entrenamiento militar. Pero los dos no serían suficientes y para ello necesitarían trabajar con otros dos miembros, Stanislau “el Carnicero de Volvogrado”, un ex-militar que trabaja en solitario cazando delincuentes y que trabajó para el gobierno ruso y Pietro Santoro, jefe de seguridad de la familia Santoro, un especialista en seguridad y con conexiones importantes en la “Cosa Nostra”.


Llego la hora de mover los hilos para que se encontraran en el lugar y el momento oportunos, pero primero necesitaba no perder la pista del “paquete”.

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